Alguien tenía que llamar la ambulancia (HEME AQUÍ)

Verano del 2014. Mi mamá (MAMI) de visita en casa con algunos de mis sobrinos, disfrutando de la pileta de casa. Tardecita calurosa, pero igual salían unos mates.
La enfermera llama a Maria; y Maria me llama a mí. Al ingresar al cuarto de Pablo me encuentro con una escena paralizante. Pablo con su pecho totalmente manchado de sangre y su cánula traqueal parecía una canilla de la cual salía sangre a borbotones. Con la ayuda de Maria empecé a aspirar rápidamente la sangre para oxigenar con la ayuda de su BIPAP (respirador artificial), cosa que no lo podíamos lograr por la gravedad del sangrado. Yo aspiraba su cánula, Maria lo estimulaba y junto a la enfermera limpiaban constantemente las tubuladuras. Pablo mantenía su saturación al límite y su cardíaco se aceleraba. Los cuatros luchando. Las sábanas empezaron a mancharse de sangre, mi remera también. Pablo desaturaba, su cardíaco se aceleraba más. “Se nos va, mamá, se me está yendo”, dije mirando a Maria. Ella, tomó el teléfono y solicitó una ambulancia al 911 y luego una UTI (Unidad de Traslado Intensivo) a la emergencia de la obra social.
Pablo recuperándose. Llegó la ambulancia de la zona. Ingresó el médico al cuarto de Pablo y al ver la cantidad de sangre, los aparatos, la complejidad del paciente y bombardeado por los relato del historial clínico y de lo acontecido minutos antes, el doctor quedó inmóvil contra la pared. El camillero solicitó el traslado urgente dando detalles de la situación de Pablo intercalando su conversación con la persona que estaba recibiendo las indicaciones y las consultas que me hacía, hasta que vi como dejó caer sus brazos recapacitando que no era factible el traslado de Pablo en la ambulancia. “Doctor, el móvil emergente no es apropiado para éste traslado ya que no le brinda al paciente lo que su complejidad requiere” (me quedó grabado, no sé si por sus palabras, o por su frustación, o porque todo empezaba nuevamente de cero).
Los llamados siguieron. Analizaban todas las opciones. Los minutos pasaban.
…María ingresa al cuarto de Pablo, corriendo y gritando “Doctor, doctor. Julio, un nene, un nene está inconsciente”. Un hombre con un nene en sus brazos ingresa a mi casa. Un nene de menos de tres añitos, inconsciente y luchando por respirar. Tomo al nene en mis brazos, María tranquiliza a una mujer joven que no paraba de llorar por su hijo. El médico me indica que lo lleve hasta la ambulancia. Lo socorren. Lo asisten. Pero es necesario el traslado urgente del nene ya que no lo podían volver en sí. La ambulancia estaba a disponibilidad de Pablo, el nene la necesitaba. Pablo no estaba bien, el nene tampoco. Los dos estaban en las mismas condiciones de necesidad. Al nene le servía la ambulancia y a Pablo el doctor.
“Papá, tenemos que trasladar al bebé, es necesario llevarlo ya”, me dijo el médico esperando que yo consintiera tal traslado en la ambulancia que estaba a disponibilidad de mi hijo… “Llévelo doctor, mi hijo Pablo va a estar bien”.
Media hora más tarde regresaron. El nene se había recuperado y quedó en observaciones.
Llegó la ambulancia UTI de la obra social. Pablo es trasladado al Sanatorio Franchín donde queda internado en una sala aislada. Estudios, evaluaciones, barbijos para todo el mundo… y nada. Caían todos los diagnósticos: neumonía, pulmonía, tuberculosis… buscaban algo que haya producido el sangrado. No encontraron las respuestas y se quedaron con sus teorías que no les eran convincentes. Sus pulmones bien. Lo trató personalmente un Neumólogo. Estudios con resultados normales. Pablo regresa a casa.

El nene vive a una cuadra de casa, sobre la calle Florida de Del Viso. La familia estaba disfrutando de la pileta, igual que nosotros. El nene resbaló, cayó y golpeó su cabeza. El papá trató de reanimarlo, y al ver que no despertaba salió con su bebé en brazos corriendo por auxilio. Salió a la calle y vio una ambulancia.
Un hombre con un nene en brazos, muchas personas detrás de ellos y hasta uno en una moto, todos viniendo en dirección hacia casa. Todos gritando –Ambulancia, ambulancia- Toda esa gente entró en casa.” comentaba Maria. Un cuadro que le recordaba la noche del accidente de Pablo cuando era yo quien quien corría con Pablo en brazos y era ella quien gritaba “un auto, un auto”.

“Jesús se adelantó proveyendo socorro para esa criatura utilizando a tu hijo Pablo” – expreso un varón cuando escuchó el testimonio. Yo lo tomé. Hay propósitos en la vida de Pablo. Yo lo creo, Maria también, ya que ahora se explica el porqué  llamó primero al 911, sabiendo que ellos no disponen de ambulancia UTI.

“Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: HEME AQUÍ, ENVÍAME A MÍ.” (Isaías 6:8)

Alguien tenía que llamar la ambulancia. Los brazos de Pablo estaban levantados.


Bendiciones. Flia Maidana Larraura

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